Un año más de nuestra amada UCAB. Se dice fácil, 67 años, pero esa cifra en una realidad como la venezolana revela, entre otros aspectos, una profunda voluntad de servir. No en balde es una institución que se inspira en el lema jesuita “En todo, amar y servir”. Amar al país, amar a cada integrante de nuestra universidad y, a la vez, servir a ese país, a esa comunidad ucabista.
Cada aniversario es para mí una celebración también de mi propia vida. Entré muy joven a sus aulas; hoy, estoy jubilada; pero, una jubilación muy sui generis, porque sigo activa, es un oxímoron: “jubilada, pero activa”.
Y cada aniversario me brinda la ocasión de recordar a figuras que a muchos les deben sonar no solo lejanas, sino desconocidas, pero que forman parte de ese basamento aurífero donde se levanta la hoy sexagenaria institución.
Han sido sus rectores, Carlos Guillermo Plaza, sj, (1953-1955); Pedro Pablo Barnola, sj, (1955-1959); Carlos Reyna, sj, (1959-1969); Pío Bello, sj (1969-1972); el ingeniero Guido Arnal (1972-1990); Luis Ugalde s.j. (1990-2010), y desde 2010, Francisco José Virtuoso s.j.
Es mucho lo que se le debe a cada uno de ellos, pero tan solo voy a recordar una valiosísima anécdota del padre Barnola, recogida en varias de las historias escritas de la UCAB. Corría el año 1957, el 21 de noviembre hubo una manifestación en la UCAB, permitida por el rector, Pedro Pablo Barnola, sj. Así mismo, envió a Pérez Jiménez un telegrama solicitando la libertad de Rafael Caldera y autorizó también la reunión de profesores del 27 de noviembre, de la cual sale el primer Manifiesto contra el gobierno por parte de docentes universitarios. “La justificación fue la represión de la dictadura contra estudiantes y profesores de la Universidad Central de Venezuela, muchos de los cuales también lo eran de la UCAB. Este documento fue firmado por trece profesores y luego otros seis lo hicieron en días subsiguientes”. La posición valiente y comprometida del rector Barnola, le valió su separación del rectorado, asumido por el padre Carlos Reyna, sj, quien fue nombrado rector encargado por el Consejo Universitario en su sesión del 14 de enero de 1958. Barnola seguía siendo rector, pero estuvo separado del cargo hasta septiembre de 1958. En la primera graduación de Derecho, Barnola asistió, pues los estudiantes se negaban a recibir el título sin su rector Barnola. Cito un párrafo del discurso: “Esta Universidad digo, haciendo honor a su nombre y a la misión educativa que le corresponde, supo comprometerse con la valentía y decisión que reclamaban los trágicos momentos que vivía la patria. No hubo temores ni vacilaciones; sin imprudencias, pero también sin cobardías, estuvimos pronto a jugarnos el todo por el todo. Y si este todo que se ponía en juego era la vida misma del instituto, no temimos por su desaparición momentánea o temporal, pues sabíamos bien que la vida de las universidades no se cuentan por años sino por siglos, y que por grave que fueran las circunstancias del presente al fin los hombres pasan, pero las instituciones quedan (…) estábamos convencidos de que hacíamos más por la patria y por la Iglesia si conservábamos íntegro el honor sin Universidad Católica que si se conservaba abierta una Universidad Católica sin honor”.
¡Grande, Barnola! Como grandes han sido cada uno de los rectores, y cada integrante de esta hermosa institución. Aquí crecí, me gradué, fui y sigo siendo profesora en distintas carreras y postgrados; pero, sobre todo, la UCAB ha sido mi hogar, donde también crecieron mis hijos. Mis recuerdos no solo se refieren a esa anécdota, que yo no viví, pero sí vienen a mi memoria, profesores como Vera Izquierdo, Luis Kowalski, James Stone, el propio Guido Arnal; como figuras jesuitas: Pinto Salinas, Arellano, Cizuelo, el gran Hermann González y su vozarrón; Sucre; no los puedo nombrar a todos, pero en la figura de mi Aita Arruza quedan todos representados.
Por cada uno, profesores, jesuitas, empleados, compañeros de ruta, hoy, levanto una copa y digo ¡Salud, UCAB, celebremos juntos la VIDA!
Corina Yoris-Villasana